domingo, 4 de marzo de 2007

Héctor Darío Bustos, víctima de segunda
(Informe completo)

“Iba para la casa de mi papá cuando se me aparece un Peugeot 405 con cuatro personas, el mismo que ya me venía siguiendo. Uno se baja corriendo y me apunta con un arma desde el capot, y otros dos vienen por las puertas laterales. El que entra al coche por la puerta del acompañante me pega una trompada y me dice: ‘quedate piola, si no te hacemos cagar’. Yo me asusté mucho. Me agarran de los pelos, me colocan una capucha y me llevan. Cuando vamos viajando escucho que suena un celular y alguien dice: ‘operativo cumplido, resultado positivo: lo chupamos’. Hasta que me largaron no me sacaron la capucha más que para darme agua y ‘masita’ y cuando me marcaron la cara y me quemaron las orejas. A los que me levantaron sí los reconozco. Me llevaron a un lugar donde me torturaron, me pegaron mucho, enseguida me apodaron el zurdito, me marcaron la cruz svástica en el pecho ‘para cambiarme los pensamientos’, me torturaban psicológicamente poniéndome una pistola en la cabeza y decían ‘llegó tu hora, zurdito’ y gatillaban; la bala no salía, eso lo hicieron muchas veces, me metieron un palo en el ano y me lo hicieron chupar, con un fierro me dieron corriente y sentía que mi cuerpo explotaba”.
Este no es el testimonio de un ex detenido desaparecido de la dictadura militar que aterró a la Argentina entre 1976 y 1983. Es el relato de Héctor Darío Bustos, un militante político y social de Venado Tuerto, provincia de Santa Fé, quien denuncia haber vivido ese calvario desde la noche del 13 hasta la madrugada del domingo 24 de diciembre de 2006.

El hecho sucedió entre la desaparición de Jorge Julio López, el 18 de septiembre, y la de Luis Gerez, el 27 de diciembre. Sin embargo, aunque estos tres casos puedan parecer muy similares, el de Darío Bustos sólo fue tomado por los medios locales y por Página 12 en un primer momento, y algunos organismos de derechos humanos emitieron comunicados de repudio y pedidos de esclarecimiento, también los primeros días luego de su aparición. Casi inmediatamente y ahora mismo, es olvidado e ignorado.

El poder político de Venado Tuerto logró instalar la idea de que podría haberse ocasionado las lesiones él mismo.
Poco después de que lo encontraran en una ruta cercana, Roberto Scott, intendente de la ciudad, kirchnerista igual que Bustos, aunque de otra línea interna del peronismo, utilizó los medios para ensuciar a la víctima: "todo esto es un ajuste de cuentas y está armado para dañar a Freyre, que es mi yerno y candidato a intendente” y agregó: “averigüen de qué vivió en los últimos tiempos este hombre, de dónde sacaba la plata que ostentaba porque nunca trabajó. Le pegaba a la esposa y tiene denuncias por lesiones graves. Ella está escondida porque dice que él la busca para pegarle", y para decir que las heridas no habían sido para tanto: “no está tan lastimado como dice. Incluso le quisieron dar el alta y no se quiso ir del hospital porque se le termina el teatro. Otra cosa: tenía una lesión en un lugar muy privado y el médico dijo que no fue dañado allí luego de que le hicieron una... algo de escopía (sic) y le dio negativo” dijo el mandatario a LT8 de Rosario, según el diario La Capital.

La historia clínica del Hospital Alejandro Gutiérrez, donde Bustos permaneció internado en Terapia Intensiva dice que “ingresa con cuadro de deshidratación, múltiples hematomas en todo el cuerpo, lesiones con elemento quemante en oídos, pene y muslos, edemas y eritemas en muñecas, escoriaciones en cara, lesiones ampollares en torax por quemaduras”. Las lesiones anales no pudieron comprobarse. Fuentes médicas consultadas nos dijeron que el tejido de las mucosas del conducto anal podría regenerarse en lesiones no muy severas, después de varios días.

La causa se instruyó inicialmente como averiguación de paradero, pero ahora el expediente está caratulado como privación ilegítima de la libertad con tortura. Nélida Caseri intuye que a su hijo lo liberaron por la presión de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación: “cuando lo soltaron, le dijeron ‘zurdito hijo de puta, te salvaste porque la mano vino pesada’”.

La entrevista
Es domingo. Nos encontramos con Héctor Darío Bustos en un bar de Venado Tuerto, del estilo de los pizza café porteños, pero decorado con mejor gusto. La camioneta policial con los dos agentes que lo custodian está enfrente. Son un hombre y una mujer. Desconfía de ellos. Nosotros también. Nos cuenta una serie de hechos intimidatorios que aún hoy le estarían ocurriendo, se siente perseguido, vigilado y escuchado constantemente.

Durante la entrevista, acongojado por tener que repasar otra vez el dolor, despliega sobre la mesa recortes periodísticos que dan cuenta de su militancia, que reconoce reciente. Comenzó hace unos años cuando descubrió con sus vecinos del Barrio 102 viviendas que el agua estaba contaminada, porque las casas fueron construidas sobre un terreno que había funcionado antes como una planta de gas. Junto a su ahora ex mujer, María Laura Beltramini, realizaron los primeros análisis que determinaron que el agua del lugar contenía sustancias que la hacían no apta para el consumo humano. Golpeando cada puerta del complejo habitacional se erigieron en referentes de sus vecinos y lograron que el problema trascendiera los límites del barrio.
De ahí a la política partidaria hubo un paso; o un salto al vacío, según cómo se vea. Se acercó al PJ de la ciudad y acompañó a Roberto Scott hacia la intendencia, trabajando junto a su yerno, José Luis Freyre. Hasta que organizó la visita del padre Luis Farinello a la ciudad, situación que lo distanció de Scott por la ideología del sacerdote y lo acercó a la CGT local, enfrentada con la línea del intendente, con quienes realizó algunas actividades más. A Scott no le caen bien las causas de derechos humanos. Es defensor de la política de “mano dura controlada” y ha declarado en diarios zonales bestialidades del tipo “todos vemos por televisión a piqueteros encapuchados que atacan a policías y estos no pueden contrarrestarlos porque los están filmando y temen la acción de los jueces. Ellos pegan y la policía no puede tocarlos, en estos casos considero que hay que reventarles la cabeza a garrotazos porque si vienen encapuchados a pegarle a un policía y el sueldo se lo pagamos nosotros, no se merecen otra cosa”.

Bustos nos sorprende cuando cuenta que se interesó por las causas de derechos humanos porque escuchó a Kirchner hablar del tema. Su madre había sido militante política en los 70´, y por su casa habían pasado muchos compañeros hoy desaparecidos.
Asi, llevaron a Estela de Carlotto por primera vez a Venado Tuerto y pasaron a ser representantes de la Red por el Derecho a la Identidad. Cuando hicieron pública su participación en la Red varios chicos que dudan de su identidad se les acercaron, y ellos entregaron la documentación de por lo menos un caso a los equipos de investigación de Abuelas.
Abuelas de Plaza de Mayo emitió un comunicado en el que expresó su “profunda preocupación” por el hecho y por la probable participación policial, pero no se refiere, ni siquiera a modo de posibilidad, a la trama política. Cuando Bustos se demoraba en declarar por desconfiar de la justicia local, decían que no podían hacer demasiado mientras no se presentara en el expediente. Hace algunas semanas declaró ante el fiscal durante dos jornadas, pero la actitud de Abuelas no ha sufrido modificaciones. En el medio, la madre de Bustos, Nélida Caseri, tal vez con poca muñeca, les envió una carta documento denunciándolos por abandono de persona.
Consultamos a Estela de Carlotto, sobre todo cuando conocimos su reciente visita a Santa Fé, en la que, según Rosario 12, habría dicho que “tenemos buenas noticias de lo que pasa en Santa Fé”. Le preguntamos si había hablado de Bustos con Domingo Pochettino, Secretario de Derechos Humanos provincial: “sí, hablé el tema de este chico. No sabía cómo estaba la causa porque no tenía noticias en absoluto. Quería saber cómo estaba él, me dijeron que está mejor, que todavía está shockeado, que los peritos y psicólogos que lo atienden dicen que este chico ha sido efectivamente secuestrado, porque se había barajado la versión del autosecuestro. La Secretaría de DD.HH. está totalmente comprometida en colaborar con el esclarecimiento. Hasta ahora no hay novedades, pero por suerte él se avino a declarar”.
Bustos asegura que durante los interrogatorios le pedían que "les dijera los nombres de los equipos que hacen las investigaciones de las Abuelas de Plaza de Mayo, si tenía algún contacto en la ciudad que ellos no conocieran y qué era lo que estaba investigando en Venado Tuerto. Cuando me largan me dicen: ‘dale este mensaje a Estela (de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo): decile que a ella y a todos los zurditos que tiene alrededor los vamos reventar’”. También asegura que le preguntaban “con quién me entrevistaba en la Casa de gobierno, si tenía algún contacto en Venado Tuerto que ellos no conocieran y si estaba investigando algo en Venado”.

Disgustados con Freyre, Bustos y Beltramini se sumaron al Frente por la Victoria y comenzaron a contactarse con referentes políticos en Buenos Aires. Dice que visitó en varias ocasiones la Casa Rosada para reunirse con Carlos López (quien le fuera presentado por Carlotto), hombre de confianza del Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, para aportarle datos “sobre los movimientos que se hacían acá en Venado Tuerto, que Scott decía que era kirchnerista pero se vinculaba con menemistas y de los pensamientos que tienen sobre los derechos humanos”.

En los días previos al secuestro, cuando la persecución que sufría se hacía insoportable, Bustos se entrevistó con Remo Carlotto, por medio de quien se conectó con Alfredo Vivono, subsecretario de Derechos Humanos de Santa Fé: “llorando le pedí a Vivono: ‘por favor ayúdeme, que algo va a sucederme’, pero no me escuchó, no me creyó, pensó que estaba delirando”. En los últimos tiempos, Vivono comenzó a reparar su equivocación previa al secuestro y retomó el contacto con la familia, fundamentalmente para prestarle apoyo psicológico y económico.
Un par de funcionarios nacionales le mostraron molestias a Caseri por algunas de sus declaraciones públicas y le recomendaron que no hablara con periodistas que buscan dejar mal parado al gobierno. Caseri, en realidad, no distingue entre medios, el problema es que sólo unos pocos publicamos la noticia y la seguimos.

La interna política y la policía

Bustos no duda en vincular su secuestro a las denuncias que había realizado junto a Beltramini contra Juan Vidal, Secretario de gobierno de Venado Tuerto y ex intendente de Villa Cañás durante la dictadura, por su supuesta participación en la represión ilegal, a quien también responsabiliza por las amenazas y persecuciones que venía sufriendo junto a su familia antes del secuestro, denunciadas ante la Justicia. Pero no fueron los primeros que denunciaron el pasado de Vidal, ya que otros lo habían hecho antes.
Como todos los actores políticos de Venado Tuerto referidos en esta nota (Bustos, Scott, Vidal, Freyre y el último referente político de Bustos, el dirigente sindical Juan Viano) son militantes peronistas, aunque de diferentes fracciones, nadie se anima a descartar la hipótesis de la interna que se resuelve de estos modos. Muchas veces los cargos se dirimen a las trompadas, como mínimo. Bustos reconoce sus vínculos políticos con varias líneas en diferentes momentos.

La víctima tiene certezas de la participación policial y denuncia que, a pesar de la custodia permanente de la que dispone, sigue siendo hostigado.
En Venado Tuerto a nadie le sorprende que la policía pudiera estar implicada. En la tapa del diario El Alba, el mismo día de la entrevista, aparecía una foto de Lucas Oro, un joven de 21 años, con el rostro desfigurado por una bala policial. El acusado del hecho está en libertad.
Más datos avalan la hipótesis de la participación policial: la familia sostiene que cuando fueron a la comisaría a denunciar la desaparición, les dijeron que estaba detenido para negárselo al día siguiente, aduciendo un error.
Tampoco parece lógico que, si la víctima dice que puede reconocer a quiénes lo secuestraron, asegurando que son policías, el juez no haya dispuesto aún el reconocimiento pertinente de las fotografías o un dictado de rostro. Uno de estos cronistas, víctima reciente de un robo callejero, fue invitado a realizar un dictado de rostro al día siguiente del ilícito; en cambio, el juez del caso Bustos, a más de dos meses del secuestro, todavía no dispuso la medida y sí insiste, en cambio, en realizarle una pericia psicológica a la víctima, que se niega por desconfianza.

Apenas llegamos a la ciudad, nos contaron que un policía, Victor Villalba, estaría internado en alguna clínica por investigar y aportar datos a la causa. No pudimos dar con él en esos días. A nuestro regreso a Buenos Aires, paradójicamente, lo encontramos. Villalba está internado en la Clínica Psiquiátrica Alvear de Rosario.
Unas horas antes de que secuestraran a Bustos, Villalba, que es su vecino, le pidió que lo arrimara hasta la ruta, alegando que tenía su auto en el taller mecánico. Bustos lo llevó y un rato después de dejarlo, el Peugeot 405 se interpuso ante su Fiat Regatta. Puede decirse que, fuera de su familia, es el último que lo vio antes del suceso.
Villaba nos dijo, durante una charla exclusiva (ver audios), que sus penas comenzaron cuando se relacionó con el caso. Que investigó la causa como vecino y no como policía. Algunos datos lo contradicen.
La mamá de Bustos presentó en la justicia hace algunos días un papel que atribuye a la escritura de Villalba. En él están volcados los apellidos y cargos de cuatro policías. Dice que el ahora internado la fue a ver para explicarle que tenía miedo de que lo mataran y habría acusado a cuatro de sus compañeros de haber participado en la desaparición de su hijo. Según su relato, Caseri le pidió que se los anotara en un trozo de papel que luego presentó en el expediente.
Cuando lo consultamos acerca de esa circunstancia, Villalba respondió que sólo se trataba de un malentendido. Que antes de salir a una diligencia policial en la búsqueda de Bustos, fue a ver a la mujer con el objetivo de decirle que no confiaba en la gente con la que estaba partiendo y que le anotó los nombres para que, si le ocurría algo, se supiera con quiénes había estado. En cualquier caso, alguna cuestión lo mantenía perturbado y precavido. No se entiende muy bien por qué se apoyó en Caseri si sus temores no tenían relación con el caso del hijo.
Villalba está seguro de que el móvil del secuestro de Bustos fue la interna política del peronismo y su militancia en derechos humanos.
Durante la charla telefónica se lo escucha desesperado, con claros signos de estar medicado, notable por la lentitud de su habla, que a veces se hace difícil entender. Por ahora aporta confusión a una trama de por sí entreverada, pero deja la impresión de saber más de lo que dice. En la fiscalía sostienen que tiene sus facultades mentales alteradas. Villalba revistó normalmente en la policía hasta mediados de enero.


La despedida
Bustos se angustia varias veces durante la tarde. Llora sin consuelo cuando habla de Laura, su ex esposa, su compañera de lucha. La ausencia de Beltramini es por lo menos intrigante. Nunca habló públicamente del hecho y desde la separación no ha vuelto a ver a sus tres hijos. En su familia dicen que no quieren saber nada con Bustos. Sólo sabemos que se presentó a declarar mientras él permanecía desaparecido.
Darío agradece nuestro viaje. Apenas se sentó a la mesa, con el grabador todavía apagado, nos dijo que su vida está destrozada, que hubiera preferido que lo mataran. Exceptuando la familia -su madre, que reside en Chacabuco, y sus tres hijos que viven con él- está solo.
No compartimos la manera de hacer política de Bustos, pero esa no nos parece razón suficiente para que se convierta en una víctima de segunda. Todavía nos cuesta entender por qué preocupa tan poco su calvario. En todo caso, nos resulta lógico que un personaje como Vidal sostenga: “no me parece un actor social político tan importante cómo para que pueda ser sometido a este tipo de contingencia”, pero suena grave que los medios y algunos organismos de derechos humanos minimicen lo sucedido.
Los elementos para determinar el móvil del secuestro son por lo menos confusos. Hasta nos encontramos con una última teoría, de la que nadie se anima a decir nada, más que en susurros. Esta hipótesis implicaría que Bustos haya visto o participado de alguna operación vinculada al narcotráfico. Más que esas voces bajas, no encontramos ninguna prueba que la avale.
Nos quedan por encontrar algunas piezas del rompecabezas. A pesar de eso, tenemos la preocupante certeza de que, como hace treinta años, todavía hay quienes tienen poder e infraestructura para amedrentar, perseguir, provocar el terror, secuestrar y torturar.

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