miércoles, 2 de noviembre de 2005

Primer Encuentro Latinoamericano de Fábricas recuperadas

Con la participación de 209 empresas se llevó a cabo en Caracas, durante el 27, 28 y 29 de octubre, el l Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas por los Trabajadores. Los representantes de fábricas de Argentina, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Perú, Paraguay, Uruguay y Venezuela se reunieron allí para avanzar en diferentes acuerdos bajo los principios de solidaridad, cooperación, complementariedad y reciprocidad. Además de las rondas de intercambio, se realizaron otras de carácter sindical y de trabajadores. Este primer encuentro dejó tan eufóricos a sus convocantes que ya se conoce la fecha del segundo: junio de 2006.

“Lo que más me emocionó del encuentro fue ver a un presidente, en un teatro, anunciando expropiaciones de empresas a favor de los trabajadores”. El que cuenta sus sensaciones, incrédulo y emocionado, es Cándido González. El mismo que, en el acto de apertura del Primer Encuentro Latinoamericano de Empresas Recuperadas por los Trabajadores, en el escenario del Teatro Teresa Carreño, dijo escuetamente: “agradecemos al gobierno y al pueblo de Venezuela y sólo voy a repetir la consigna de nuestro movimiento: ocupar, resistir y producir”, al tiempo que golpeaba con su puño derecho la palma izquierda al ritmo de sus tres palabras mágicas. Cándido es integrante de la Cooperativa Chilavert Artes Gráficas, una imprenta que pertenece al Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (Mner), de Argentina; quien, en ese marco, anunció la expropiación de tres empresas, la siderúrgica Sideroca y la azucarera Cumanacoa es el presidente venezolano Hugo Chávez Frías. Esa escena resultó salida de alguna película de ciencia ficción para los trabajadores argentinos, acostumbrados a tener que romper candados para reingresar a sus lugares de trabajo, pasando las noches allí para evitar los desalojos, y a tener que movilizarse permanentemente para forzar las decisiones de sus gobiernos.
El encuentro, pensado como una rueda de intercambio (lo que entre capitalistas sería una ronda de negocios), había comenzado esa misma mañana del 27 de octubre con reuniones de trabajo entre cooperativas llegadas en su mayoría desde Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Perú, Ecuador y, claro, Venezuela, que aportó la presencia de sus empresas y también la de representantes estatales. El Hotel Anauco fue el espacio escogido para buena parte de las citas, realizadas durante dos jornadas. El tercer día, el 29, se utilizó para debatir un documento final que se dio a conocer por la tarde leído por Johnny Ríos, trabajador de Caigua, otra fábrica venezolana que espera por la expropiación mientras produce jugo de tomate.

Los anuncios de Chávez
Venezuela fue el principal impulsor del encuentro. A través del Ministerio de trabajo, su primera figura, María Cristina Iglesias y una serie de asesores comandados por Elio Colmenares, trabajaron desde varios meses atrás tomando contacto con cada una de las delegaciones en sus propios países. Por ese apoyo esperanzador, además de por todo lo que representa para mucha gente que lo vio de cerca por primera vez, el discurso de Chávez fue esperado con demasiada ansiedad. Mientras, una serie de personalidades de los demás países tomaron la palabra. Así fueron pasando el Ministro de trabajo de Uruguay, Eduardo Bonomi; delegados de centrales obreras de Brasil, Uruguay y Argentina, entre otros; el diputado nacional argentino José Roselli, entre diferentes parlamentarios latinoamericanos y la encendida Susana Máspero de la Unión Nacional de Trabajores (UNT) de Venezuela, por cierto una de las más festejadas intervenciones.
Cuando arribó, Chávez ocupó sin demoras el espacio reservado para los oradores y no tardó en comenzar resaltando la importancia del encuentro: “eventos como este nunca se dieron antes en América Latina, creo que son señales, creo que son signos de una nueva oportunidad, de las varias que hemos tenido en estas tierras, para construir una Patria grande, verdadera, donde quepamos todos en igualdad, en libertad y viviendo como hermanos”. Resaltó el valor del americanismo, en el mejor de los sentidos: “vaya usted a saber cómo sería la historia hoy y cómo sería la realidad hoy en América si aquel
proyecto de Bolívar, San Martín, Artigas, OHiggins, Sucre y cuántos otros, se hubiese concretado: la unión del Sur. Ellos no pudieron, pudo más el proyecto de Norteamérica. Uno va por el mundo, y americanos son los estadounidenses, y nosotros ¿qué somos? ¡Somos tan
americanos como ellos!, sólo que somos de la América india, negra y ligada con lo blanco, esta América mágica”.
Sorprendiendo a propios y extraños, el líder de la Revolución Bolivariana anunció, durante la apertura de este primer encuentro, la realización del segundo: “hago ese llamado, a que no desperdiciemos esta oportunidad de hacer Patria y de hacer posible eso que decimos hace tiempo ya: un mundo distinto, un mundo nuevo, mejor, posible y necesario; y este evento tiene esa carga; y qué sé yo si para el segundo encuentro, que me dicen que ya se está planificando para el próximo año, pudieran venir trabajadores estadounidenses y canadienses también, ¿no?”.

Ahora, Empresur
Chávez dio un paso más en esa integración suramericana cuando propuso “ir elaborando lo que pudiera ser una inmensa red; una red, verdadera unión, no sólo de empresas recuperadas”. Partiendo de los antecedentes de Petrosur, Petrocaribe y Telesur, insistió con la necesidad de crear un Banco del Sur: “cada día la propuesta va tomando más forma, cada día es oída con más atención por compañeros, por presidentes, por movimientos, por pueblos; un Banco del Sur para no tener todas las reservas internacionales en el norte del mundo, el Norte desarrollado; Así como proponemos estas cosas que sólo pueden hacerse a nivel de gobiernos, como el Banco del Sur que sólo pueden hacerlo los gobiernos y las instituciones, los bancos centrales, en una primera instancia digamos, institucional; lo mismo Petrosur, nuestras empresas petroleras, pero ustedes pueden también, es decir, nosotros podemos también a nivel ya no de los gobiernos, ojalá con el apoyo de los gobiernos, ojalá con el apoyo de nuestros congresos, ojalá con el apoyo de las instituciones, la clase obrera, comenzando por ustedes, trabajadores de las empresas recuperadas, podemos ir armando también... digo yo una red unitaria, se me ocurre Empresur... sería Empresas Recuperadas del Sur ¿no? Bueno, esa red, como decidan ustedes llamarla, debe nacer de empresas recuperadas de Suramérica, de Latinoamérica y del Caribe, debe ser pronto una realidad, y este es el primer paso hacia ella”. Entonces fue cuando anunció las expropiaciones de Sideroca, Cumanacoa y también mencionó a Caigua: “mándenme un potecito de la salsa de tomate para probarla”, les dijo, con complicidad, a los eufóricos trabajadores, para luego dejarles en claro el concepto de empresa que les propone el gobierno: “ahora aquí es donde entra a jugar su papel la conciencia de la clase obrera, ¿por qué? Porque nosotros no vamos a expropiar la Central Cumanacoa, por ejemplo, para que entonces los trabajadores de la Central se adueñen de ella y se hagan ricos pasado mañana. ¿Verdad que no? Yo sé que no, tampoco Sideroca”.

El sur como concepto político
Allí Chávez se detuvo para hacer una aclaración, quizá risueña, pero profundamente política: “tomando en cuenta para los compañeros de México, o de Centroamérica y del Caribe, el Sur para nosotros es mucho más que un concepto geográfico, el Sur es un concepto político, incluso, diría yo hasta ideológico, porque una vez aquí en una reunión, a mi se me ocurrió hablar del Sur, del Sur, del Sur y por allá se paró con mucho respeto un amigo mexicano; y dijo entonces, ‘bueno Presidente y nosotros ¿para dónde vamos entonces? ¿Qué hacemos nosotros? Si usted dice que pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos; y ahora usted plantea, sólo el sur y ¿nosotros qué somos?’ Le dije yo: compañero, ustedes para nosotros
son del Sur, para mi México es del Sur, porque es un concepto distinto al geográfico, que trasciende a lo geográfico”.

Los acuerdos
Chávez se dio tiempo para anunciar los primeros acuerdos que se habían logrado por la mañana: “en Uruguay hay una fábrica de cauchos llamada Funsa. Bueno, nosotros ya estamos haciendo un convenio de complementariedad, y hacia allá es que quiero y queremos impulsar todo esto, hasta donde podamos, no hay límites a la vista. Ellos aportan conocimiento, transferencia tecnológica, capacidad organizativa, asesoran para nosotros montar aquí una empresa morocha o similar con trabajadores venezolanos y a lo mejor se vienen unos uruguayos para acá, ¿por qué no?, y a lo mejor se van unos venezolanos para allá”. Los acuerdos con la fábrica de pieles Midobers y Cristalería Uruguay y con las cinco empresas recuperadas que hay en Brasil, también fueron enumerados por el presidente.
También informó el establecimiento de un fondo de capital semilla de 5 millones de dólares para dar apoyo financiero a estos acuerdos.
El 51% de los 142 acuerdos fueron alcanzados por empresas argentinas, que fueron la delegación más numerosa con 100 fábricas y 300 trabajadores asistentes. Venezuela participó del 34% de los acuerdos y Uruguay los siguió con el 8%.
Los acuerdos se desdoblaron en cartas de intención y cartas de compromiso, según el grado de progreso que se hubiera alcanzado en las tratativas. Sólo resta avanzar en la práctica para que los acuerdos no queden como meros anuncios. Al cierre de esta edición de América XXI, ya había llegado el primer cargamento de materia prima desde Venezuela para la brasileña Cipla y las empresas uruguayas disponían de un capital semilla. En Argentina, entretanto, continuaban a la expectativa de poder avanzar con los acuerdos firmados.
Más allá de la diversidad del proceso de recuperación de fábricas, los trabajadores que las impulsan están unidos por la esperanza que les genera saberse muchos y de diferentes países, y haber logrado conectarse en el marco del Encuentro.
Será por eso que, el documento que aportó el MNER de Argentina, cita una frase del periodista-militante argentino Rodolfo Walsh, muerto en 1977 a manos de la dictadura militar que gobernó ese país desde 1976 hasta 1983: “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas. Pero esta vez es posible que se quiebre ese círculo."
Esa es la apuesta de todos los que estuvieron en Caracas por esos días.

El socialismo de Rosinés
Cuando el 1 de Mayo Chávez proclamó en un acto público que Venezuela iba camino al socialismo del siglo XXl, comenzó un debate, que aún se sostiene, acerca de cómo tendría que ser esa nueva experiencia política y social. Entre aclaraciones en el sentido de si está bien o mal ser rico, Chávez utilizó una anécdota familiar para poner sobre papel, sencillamente, cuál es su visión del socialismo del siglo XXl; o, al menos, la visión de su hija: “a Rosinés, mi hija, un día le
hablaba yo de estas cosas, del rico y del pobre, y del socialismo, y ella me preguntó: ’¿papi, qué es eso que tu andas ahora diciendo del socialismo?’ Entonces me hizo un dibujo, y puso arriba una casa grande y puso ‘rico’ y abajo una casa chiquitica y sin colores... a la de arriba le puso muchos y a la de abajo le puso ‘pobre’; entonces hizo en el medio una casa como mediana y muy bonita con flores y puso arriba, ‘así no’, y abajo, ‘así no’, y en el medio ‘así sí’. Ella entendió así la cosa; y a ese dibujo yo le puse un nombre, le dije: ¿me permites que le ponga nombre a este dibujo?: el socialismo de Rosinés.

“El capitalismo es el infierno”
Tratando de explicar en qué estación del camino al socialismo se encuentra la Revolución Bolivariana, Chávez volvió a citar a Bolívar: “¿saben qué decía: ‘paciencia y más paciencia, constancia y más
constancia, trabajo y más trabajo para tener Patria’. Para transitar desde el capitalismo en que vivimos al postcapitalismo, habrá que tener mucha paciencia y ese postcapitalismo debe irse convirtiendo progresivamente en un presocialismo; no podemos aquí apresurarnos, no podemos aquí desesperarnos ¡no! Hay que tener conciencia de que es un proceso a largo plazo, siempre lo ha sido, siempre lo ha sido; pero cada día el capitalismo, va quedando más desenmascarado ante nuestros pueblos y nosotros debemos encargarnos de que esa conciencia se incremente; el capitalismo es el camino al infierno, es el reino del egoísmo, es el reino de la injusticia, de la desigualdad” y utilizó figuras bíblicas para marcar las diferencias de modelos: “el socialismo en cambio, yo, que soy católico y muy cristiano, digo que cuando Cristo vino a anunciar el reino nuevo, es decir, el reino de la igualdad, de la justicia y por tanto de la paz, vino aquí al mundo a ofrecerlo aquí, a anunciarlo aquí; no vino a decir que era otro
mundo más allá, no, no hay más allá; es el más acá, el reino de la igualdad, de la justicia y de la paz que es posible aquí, y aquí tenemos que construirlo. Por eso digo que Cristo fue el primer socialista de nuestra era; y que Judas fue el primer capitalista de nuestra
era, ahí están el socialismo y el capitalismo; pues nosotros, parte de la tarea del movimiento obrero debe ser la tarea de la conciencia. La tarea de potenciar la conciencia es tarea de todos los días”.
Efectivamente, es tarea de todos los días. Así, casi sin proponérselo, decenas de miles de trabajadores latinoamericanos recuperaron sus fábricas, modificaron sus conciencias, en muchos casos superaron a sus dirigencias y construyeron esta realidad que es tomada cada vez más por otras manos latinoamericanas. Manos que pelean, que aprietan puños. Puños que golpean allí, donde hay que pegar: en el pecho del capitalismo. Un pecho que no tiene corazón.

Fernando Tebele y María Eugenia Otero
(esta nota fue publicada originalmente en la revista venezolana América XXI)

martes, 1 de noviembre de 2005

Fábricas recuperadas en Latinoamérica

Las experiencias de fábricas recuperadas en los países latinoamericanos son bien diferentes entre sí. En general, esa diversidad está marcada por el apoyo o el rechazo que los trabajadores tengan de parte de las instituciones (gobiernos, sindicatos, centrales obreras, etc.).
El cuadro más referencial, por haber sido el primero y, hasta ahora, el que más empresas involucra, es el de Argentina, que también es uno de los más complejos de pintar. Las primeras fábricas comenzaron a ser recuperadas por finales de los ’90, bajo el gobierno neoliberal de Carlos Menem.
El Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) surgió naturalmente en la medida que aumentaba el número de casos. En el momento de las elecciones presidenciales de 2003 que terminaron consagrando a Néstor Kirchner como presidente el movimiento se dividió: Eduardo Murúa quedó como principal referente del MNER, mientras que Luis Caro, el abogado de muchas fábricas (que se presentó a esas elecciones dentro de una alianza de derecha), fundó el Movimiento de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores. Murúa tiene una clara posición opositora al gobierno de Kirchner, lo que motivó, según pudimos averiguar, varios intentos de la cancillería argentina por detener la realización del encuentro en Caracas, primero, y de presionar a sus pares venezolanos para que Murúa ocupara un lugar secundario, después. En una actitud destacable, el MNER, convocante argentino del encuentro, decidió invitar a trabajadores de fábricas de diferentes tendencias, intentando así que todo el rico proceso argentino fuera representado en Caracas.
En Argentina, los trabajadores no sólo tuvieron que pelear contra sus gobiernos, sino también, salvo muy pocas excepciones, contra sus propios sindicatos. La mayoría son cooperativas y superan largamente las 150. Pelean permanentemente por lograr que el Estado las ayude financieramente. Sólo algunas accedieron a la ayuda estatal, generalmente las políticamente más cercanas al gobierno central.
En ciertas fábricas, como IMPA y Chilavert entre otras, funcionan Centros Culturales que contribuyen a vincular a los trabajadores con la comunidad. Las obras de Sebastián Maissa que forman parte de este reporte fueron realizadas en La Fábrica, Ciudad Cultural, un espacio que funciona dentro de la metalúrgica IMPA.
Algunas cooperativas son la textil Brukman; la metalúrgica Crometal; Impopar, que fabrica calefactores y termotanques; el periódico Comercio y Justicia de la provincia de Córdoba y el frigorífico Yaguané. Otras, como Fasinpat (Fábrica sin Patrones, antes Cerámicas Zanón) o la alimenticia Sasetru, piden que el Estado nacionalice las empresas bajo gestión obrera. También cabe destacar la tarea de FECOTRA (Federación de Cooperativas de Trabajo de Argentina) que acompaña el proceso en varias empresas.
En Brasil la situación es diferente a la argentina. Allí las empresas están directamente relacionadas con la Central Única de Trabajadores (CUT). Tienen una sola línea política: pedir que el Estado se haga cargo de las empresas. Lo explica Serge Goulart: “nosotros no tenemos nada en contra de las cooperativas, pero no compartimos la idea de ‘economía solidaria’, que es un bellísimo nombre pero encierra la trampa que todos los miembros de la cooperativa son patrones, que no son más obreros y cuando se vuelvan ricos se apartarán de las luchas sociales. Además, la cooperativa hacia fuera tiene que competir con otras empresas capitalistas, peleando contra sus propios hermanos de clase. Si la cooperativa es un camino de transición para poder comprar y vender, está bien; pero si nos entendemos como cooperativistas sólo vamos a querer que nuestra empresa nos deje ‘gordos’ y así nos apartaremos de la lucha. En Brasil, la cooperativa más antigua ya no participa de la lucha política. Además, si una empresa cooperativa quiere ser sepultada por una transnacional, le ponen una igual al lado y ya no existe más. Te doy un ejemplo: en el encuentro se anunció un acuerdo entre Venezuela y Cipla (industria plástica de más de 1000 trabajadores). En cuanto se enteraron los de la multinacional que es su competencia, comenzaron a llamar para decir que estos acuerdos violan la reglamentación de la Organización Mundial de Comercio (OMC)”. Las recuperadas brasileñas no alcanzan la decena, pero son fábricas importantes.
También en Uruguay las empresas están nucleadas en la central obrera única: PIT-CNT. Son 18 fábricas, reúnen a más de 1000 trabajadores y todas están produciendo . En algunos casos tuvieron que asociarse con un capitalista. Así ocurre en Enticor, una empresa de conectores eléctricos, que tiene un inversor peruano como dueño del 51% de las acciones, mientras lo trabajadores poseen el resto. Reinaldo Martínez nos cuenta que “ahora, con el apoyo que este gobierno progresista nos está dando a los trabajadores, queremos hacernos del 100% de la empresa. Que el Estado le devuelva (al inversor) los 500.000 dólares que puso y nosotros nos quedamos con la empresa”. Otras fábricas son Niboplast, Funsa y Alur. Rescatan la importancia de estar dentro del mismo movimiento: “nosotros destacamos el hecho que todos los trabajadores estamos sindicalizados en el PIT-CNT. Eso nos da montones de ventajas que, por ejemplo, los argentinos no tienen porque están dispersos”.
El caso venezolano está compuesto por 13 empresas recuperadas, cogestionadas entre los trabajadores y el Estado. Según Luis Primo de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), “otras 60 están en un acuerdo macro, consistente en que el gobierno les otorgue créditos a cambio de la participación de los trabajadores”. Esto ocurre tras la aprobación de una ley que, ante una empresa en quiebra, faculta el Estado para otorgar créditos a los dueños a cambio de que éstos cogestionen con los trabajadores. Si los dueños rechazan la propuesta el Estado expropia y comparte la propiedad con los trabajadores.
El gobierno resalta permanentemente que no está en contra de la propiedad privada y que sólo expropia en casos extremos, como en empresas abandonadas. El caso más emblemático es el de Invepal (antes Venepal), una de aquellas 13. Los trabajadores de esta papelera solicitaron al gobierno que los ayudara a mediados de 2004, tras una severa crisis de la empresa. Hoy está cogestionada por los trabajadores y el Estado. Los primeros cuadernos de Invepal fueron entregados a los niños de las comunidades cercanas.
Unos de los casos más recientes es el de Caigua. Al momento del encuentro, los trabajadores llevaban apenas dos semanas produciendo. Estaban a la espera de la expropiación que será decretada próximamente. Entonces, el 51% será propiedad del Estado y el 49% de los trabajadores, reunidos en cooperativa. Tendrán una junta de administración conformada por dos trabajadores y un representante del gobierno.
Los trabajadores gestionan las empresas con el apoyo financiero y tecnológico del Estado. Las empresas son de producción social, “es decir que el excedente, además de ser repartido entre los trabajadores, debe dejar un beneficio a la comunidad, no en el sentido de pintar una escuela sino de ayudar a la conformación de otra producción, multiplicando el desarrollo social”, explica Jhonny Ríos, uno de los trabajadores de Caigua.
Reconocen el apoyo del gobierno como un aporte esencial para la recuperación de las empresas, en comparación con otros procesos como el argentino.
Luis Primo, de la UNT venezolana, entiende la recuperación de empresas como parte de la tradición de lucha de la clase obrera y como un eslabón más de la cadena de construcción del nuevo socialismo: “este proceso va a seguir andando. No lo va a hacer Chávez ni los gobiernos. Esto será obra de los trabajadores mismos, pues sólo ellos pueden ir al socialismo”.

Fernando Tebele y María Eugenia Otero